sábado, 23 de junio de 2012

EN BUSCA DE LA MUJER PERFECTA

Dedicado a mi Galatea:

Por mucho tiempo, me llamó la atención lo que un amigo llamó el complejo de Pigmalión.

     El mito de Pigmalión, de singular belleza, ha dado pie a múltiples recreaciones literarias, desde el relato que el poeta romano Publio Ovidio Nasón hace en sus Metamorfosis hasta el famosísimo Pygmalion de George Bernard Shaw o la comedia musical My fair lady, inspirada en la obra de Shaw y que George Cukor llevó con éxito al cine en 1964.
En todo caso, mi amigo se refería a la búsque eterna de la mujer perfecta. Uno se convierte en escultor y crea a imagen y semejanza de Venus, aquella que amará toda la vida.
Pancho Vargas me dijo:
---Usted la ha esculpido en su imaginación. Pero se le ha deshecho en los dedos, porque la mujer perfecta no existe. No juegue a Dios. Confórmese con la hermosa realidad que tiene en en su casa...

Fría como la piedra

Durante mucho tiempo Pigmalión, Rey de Chipre, había buscado una esposa cuya belleza correspondiera con su idea de la mujer perfecta. Al fin decidió que no se casaría y dedicaría todo su tiempo y el amor que sentía dentro de sí a la creación de las más hermosas estatuas.
Al rey no le gustaban las mujeres, y vivió en soledad durante mucho tiempo. Cansado de la situación en la que estaba, empezó a esculpir una estatua de mujer con rasgos perfectos y hermosos. Así, realizó la estatua de una joven, a la que llamó Galatea, tan perfecta y tan hermosa que se enamoró de ella perdidamente. Soñó que la estatua cobraba vida. El rey se sentía atraído por su propia obra, y no podía dejar de pensar en su amada de marfil.
En una de las grandes celebraciones en honor a la diosa Venus que se celebraba en la isla, Pigmalión suplicó a la diosa que diera vida a su amada estatua. La diosa, que estaba dispuesta a atenderlo, elevó la llama del altar del escultor tres veces más alto que la de otros altares. Pigmalión no entendió la señal y se fue a su casa muy decepcionado. Al volver a casa, contempló la estatua durante horas. Después de mucho tiempo, el artista se levantó, y besó a la estatua. Pigmalión ya no sintió los helados labios de marfil, sino que sintió una suave y cálida piel en sus labios. Volvió a besarla, y la estatua cobró vida, enamorándose perdidamente de su creador. Venus terminó de complacer al rey concediéndole a su amada el don de la fertilidad.
pigmalion_galatea
Ovidio dice así sobre el mito en el libro X de Las metamorfosis: «Pigmalión se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los rayos del sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez, y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos.»
Cuando despertó en lugar de la estatua se hallaba Afrodita, que le dijo “Mereces la felicidad, una felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado. Ámala y defiéndela del mal”. De esa forma Galatea se transformó en una mujer real.
Pigmalión se casó con Galatea y tuvieron una hija llamada Pafo, que más tarde sería a su vez la madre de Cíniras.
Una versión de la historia cuenta que tiempo después Pigmalión ofendió a Afrodita y ésta, como castigo, durante una noche, mientras Pigmalión y Galatea hacían el amor… volvió a convertir en piedra a Galatea aprisionando a Pigmalión con su sexo y con sus brazos. Los gritos de este, no se sabe si de dolor o de pena, se escucharon en toda la isla.

 

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